¿Cuándo perdimos la decencia?

Hace tiempo fui a una visita con un cliente del Estado de México. Tomé la salida México-Pachuca para dirigirme al lugar donde se encuentra la planta.

Era alrededor de las 14:00h, momento en el que el sol es más intenso, cuando detecté un fuerte olor a putrefacción. Sin notarlo, me encontraba atravesando el Río de los Remedios, de los últimos ríos en la Ciudad de México que aún no es entubado.

La escena es triste y alarmante. Mientras nos preocupamos al ver imágenes de playas y mares contaminados por desechos humanos y lanzamos campañas para su limpieza, estamos ignorando panoramas que tenemos a pocos kilómetros de la Ciudad.

Por muy increíble que parezca, haciendo una leve observación, encontramos plásticos, maderas, llantas usadas y un sillón… ¡Sí, un sillón!

A un costado del río, sin ninguna medida de higiene, salvo un envase de gel desinfectante, se encuentra un puesto de garnachas donde los comensales se chupan de los dedos de tan maravilloso sabor.

Desafortunadamente, muchos de los residuos que genera este pequeño puesto ambulante terminan en el río: platos y cubiertos desechables, servilletas, envases de refresco, aceite quemado, entre otros.

El resto del día tuve una inquietud, ¿qué opinan los vecinos o gente cercana esto? ¿acaso no les provoca horror ver el río así? ¿son cómplices de esta pesadilla?

¿Es culpa del gobierno o de los ciudadanos? ¿quiénes tiran la basura, los ricos o los pobres? ¿tienen flojera para tirar la basura? o en el peor de los casos ¿no tienen sistema de recolección de residuos?

La educación ambiental es esencial para evitar escenarios apocalípticos, entender la razón del porque separar correctamente la basura empieza en casa.

La vieja frase: “Una imagen dice más que mil palabras”, aplica para este artículo.

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