En los últimos días se ha hablado mucho de los plásticos en México: de las alianzas en su contra, así como las legislaciones para prohibirlo.
Por un lado, los ambientalistas radicales han declarado una guerra en contra de este material, alegando no se pueden reciclar. Mientras que, por el otro, la industria plastiquera intenta defenderse, pero no logra convencer a la ciudadanía y al gobierno que la economía circular y el consumo responsable es la mejor opción ante esta ola de prohibiciones.
Es muy fácil aplaudir las prohibiciones al plástico, o estar en la moda “eco-friendly” detrás de un monitor o de un teléfono. Sin considerar el impacto que genera a familias que trabajan en este ramo.
Se ha culpado y castigado a la industria plastiquera, y se ha “satanizado” a los plásticos, y claro, con justa razón. De acuerdo con datos de la UNAM[1], en México se producen 300 millones de toneladas de plásticos al año, una cantidad desmedida para los 129.2 millones de habitantes en el país[2]. Sin embargo, ¿Quiénes son los que consumen estos materiales? ¿Por qué no se le responsabiliza a la sociedad por el consumo desmesurado de los plásticos?
Al contrario de lo que dicen las organizaciones ambientales, el plástico sí se puede reciclar, no obstante, la falta de educación ambiental de la población a la hora de separar los residuos, dificulta esta tarea, provocando que sólo se recicle el 3% de los plásticos. Eso sin considerar que el 87% de los tiraderos sean a cielo abierto.
La realidad, es que este apocalipsis ambiental fue provocado por un consumo excesivo por parte de todos nosotros. No sólo de plásticos, si no de recursos naturales, y para muestra un botón: el pasado 29 de julio se declaró el Día de Sobrecapacidad de la Tierra[3]. En medio año nos agotamos los recursos disponibles correspondientes a 2019.
Entonces, ¿quién es el problema? ¿el plástico o nosotros?
